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Entre la forma y la no forma

  • Dr. Carlos Vignone
  • 14 may 2021
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: 13 sept 2022

En este espacio estamos abordando lo que tiene que ver con las “Formas” en relación al Cuerpo, las Emociones y la Mente. Tal vez entre medio se nos cuele la dimensión de la “No Forma” o en alguna oportunidad podremos profundizar más sobre ello. Me refiero a esa dimensión donde no hay algo que se mantenga fijo o de manera repetitiva. Me refiero a la dimensión energética transpersonal o espiritual. Lo que está más allá de las “Formas” o tal vez más acá. Por ello es importante no perder de vista la no identificación con las “Formas” que podamos ver en el curso, pues no somos esencialmente eso. Simplemente las “Formas” nos permiten acceder a una in-forma-ción que nos puede resultar útil para desatraparnos de ellas. Sobre todo cuando las “Formas” nos limitan en nuestro fluir (flujo) y pulsación (expansión y contracción). En este caso cuando hablo de “Forma” me refiero a movimiento cristalizado, como ya lo dijera Wilhelm Reich. Y cuando hablo de “No Forma” me refiero a movimiento no cristalizado. Sé que la realidad no es esquematizable en extremos sino que entre la “Forma” y la “No Forma” hay una gradación de frecuencias de movimiento que aunque no se cristalicen en materia pueden adquirir forma energética. Este marco referencial lo utilizamos para intentar acercarnos a comprender el funcionamiento energético emocional de las personas que vemos en el campo de la psicoterapia corporal. Entonces vemos la “Forma” como la "cristalización del movimiento" y ya sabemos que nuestra esencia vital es puro movimiento, o sea energía. Por tanto en nuestra esencialidad no hay algo que se mantenga fijo en sí mismo. Es a través de nuestras programaciones, mentales, emocionales, biológicas ya sea generacionales o transgeneracionales y contextuales, que el movimiento de esa energía va cristalizando en códigos de “Forma” que es necesario liberar. Pero paradójicamente la “Forma” nos permite acceder a la “no Forma” como si fueran las dos caras de una misma moneda. Porque la “Forma” alberga a la “No Forma”, o sea al movimiento en sí. Ese movimiento por más que esté atrapado en una “Forma” es la vida misma. Y la vida tiene sus propias leyes de funcionamiento. Cuando ellas son alteradas, restringidas o distorsionadas la propia vida busca la manera de sobre-vivir aunque su manifestación externa parezca hasta contradictoria con la propia vida. Lo vemos en el caso de la enfermedad ya sea orgánica como mental. Todo depende de la perspectiva desde donde se lo mire. Ya Wayne Dyer decía algo así: “cuando cambiamos la forma de ver las cosas, cambian las cosas que vemos”. Por ello como decimos, en la “Forma” también está la vida: en la “Forma” de Ver, de Sentir, de Hacer. Es descifrando la vida que se esconde en la “Forma” que esa “Forma” puede cambiar y volver al movimiento esencial. Un movimiento ligado a lo vivo. Como ya hemos visto lo vivo pulsa, se expande y se contrae sin cesar. Y sucede hasta en la vida unicelular más simple como lo plantea Wilhelm Reich en su libro “La función del orgasmo”. Lo que llamamos "Coraza funcional" sigue esa característica. La posibilidad de expandirse cuando es posible y la de contraerse cuando es necesario. En otras palabras lo podemos expresar como la capacidad de libertad y de control en función del contexto externo o interno de la persona. En los extremos de distorsión al respecto podemos ver el exceso de Coraza (exceso de control) y el déficit de Coraza (exceso de libertad o dificultad para el control o el límite) en el plano mental- emocional y de la acción. En este caso la “Forma” en exceso o el “déficit de Forma” pueden limitar la vida en sí. En un caso se sepulta la vida en la “Forma”, en el otro la vida no tiene contención que la proteja. La "Coraza funcional" no es algo estable en sí mismo sino que participa en un equilibrio inestable y dinámico como la vida misma. Se va forjando en ese vaivén y se va desarrollando más como Eje que como Coraza. O sea un centro desde donde emerge el movimiento. Aquí el concepto de centro y periferia aparece nuevamente como una aparente dualidad que se retroalimenta. Por ello por ejemplo cuando indicamos abordajes estructurantes a nivel periférico en el caso de "déficit de Coraza" sabemos que hay un Eje de conciencia y de movimiento que se está desarrollando y fortaleciendo que con el tiempo será el que funcione como una suerte de autorregulación. Lo mismo en el caso del "exceso de Coraza" (cada vez menos frecuente) la libertad de movimiento que se vaya adquiriendo a nivel periférico fortalece un Eje interno de conciencia y de movimiento desde donde accionar. A modo de conclusión vemos que la “Forma” o su déficit, contienen vida o energía que funciona de determinada manera. Como Terapeuta solo se trata de acompañar el movimiento más apropiado para la manifestación de esa vida ya sea cuando está atrapada o cuando ella necesita límites para no desvanecerse o perderse de sí. La Consciencia de sí (que aquí le llamamos “eje o centro”) es la tercera dimensión que en la "Coraza funcional", permite y sostiene la posibilidad de entrar tanto en la “Forma” como en la “No Forma”. Ello implica experimentar ambas posibilidades sin identificarse rígidamente con ninguna de ellas. He ahí la verdadera libertad.

A modo de ampliación… La vida proviene de lo intangible y se hace visible a través de las formas. Incluso es muy probable que exista una forma energética intangible antes de que se haga visible o se materialice. Al hacerse visible se verá condicionada por el contexto ya desde la misma concepción, en la gestación y en el ámbito que sobrevendrá después. La vida y la consciencia que se manifiesta a través de la forma utilizará a la misma forma como medio para acercarse cada vez más a la fuente energética de dónde provino como intentando reflejarla a través de esa forma.


La interrupción o la inhibición en ese proceso de reflejar en las formas ese hilo de conexión con el origen (alma) será manifestado en el plano físico o mental como enfermedad o distorsión. En tal sentido la misma enfermedad o distorsión podrá ser un medio para recuperar la conexión perdida. Es interesante que en francés “fermé” significa ”cerrado” y haciendo un juego de palabras podríamos inferir que en-ferme-dad, es estar encerrado en algo que hay que liberar, como plantea Gérard Athias.Ya vemos entonces que nuestra tarea se direcciona a permitir recuperar en la persona esa reconexión con el flujo de vida y conciencia propia, que de por si es lo que le sana. Esto no es algo automático, mecánico ni tácito. Es algo que puede tener su complejidad dependiendo del grado de consciencia de sí y por sobretodo del grado de intención, anhelo de sanar y de la fe y convicción de la persona en ello, así como de su propio nivel de tolerancia al cambio inevitablemente ligado también a su entorno. El Terapeuta que a su vez no podrá estar ajeno a la transformación y crecimiento personal que su propia tarea lleva implícita, no tendrá ningún poder en la transformación de la persona si ella misma en el proceso no logra reconectar con su alma (lo intangible) y su anhelo de evolución. No nos sorprende incluso que la persona ya haya experimentado el cambio y por una suerte de inercia de lo viejo en su consciencia, no haya terminado de reconocerlo o darse cuenta de ello. Por eso esa danza íntima entre vida y consciencia es la que irá delineando, abriendo y determinando el propio camino evolutivo de la persona.


Dr. Carlos Vignone

 
 
 

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