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El Grupo Terapéutico como proceso de Transformación

  • Dr. Carlos Vignone
  • 2 ago 2023
  • 2 Min. de lectura

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No hay fronteras entre el proceso personal de evolución y el involucrado en la tarea que realizamos juntos. No es un hablar descarnado ni desconectado. Es un verbo que surge y afecta a la propia experiencia de vida. Por ello le llamo “Palabra Viva”.


Cada encuentro grupal nos deja diferentes a como entramos en él. Soy y somos materia prima de algo que va más allá de la materia en sí. Una energía que se mueve en cada encuentro y no deja las cosas como estaban a menos que haya desconexión con el fluir de esa energía.


Esa energía que comienza a moverse y a manifestarse en cada encuentro es una energía de vida, impersonal y que fluye en la presencia. Una pre-esencia permanente más allá de los velos y aconteceres personales.


Esa energía autoconvocada en el encuentro humano, en la medida que es escuchada y conectada genera en cada participante una alineación interior con la misma energía existente en esa pre-esencia individual. De tal manera que los velos mentales y emocionales se comienzan a percibir y por lo tanto a interferir menos en la experiencia presente. Una especie de un “Yo atemporal y anespacial” que se vuelve testigo de un “Yo temporal, espacial y circunstancial”. Un “Yo atemporal” que vive plenamente en el presente, es anespacial o todo espacioso, está en movimiento, no está separado, es antigravitatorio y negentrópico, no tiene nombre y conecta con la sensación de libertad no atrapable en formas.


En la medida en que esto forma parte de un nuevo aprendizaje interior y vincular tiene alcances a nivel epigenético y en la secreción de los neurotransmisores cerebrales, creándose en el proceso nuevas sinapsis neuronales.


Ya Eric Kandel decía que las palabras son capaces de modificar las sinapsis neuronales. Creemos que más allá de las palabras el nuevo estilo relacional que se va creando consigo mismo y con el otro a nivel vincular grupal, también genera esa modificación sináptica neuronal, epigenética y en los neurotransmisores cerebrales. Ello se puede ver reflejado en la postura corporal, en la mirada, en la percepción de la energía que la persona irradia a lo largo del tiempo y en sus vínculos.


He ahí el sentido del Encuentro, una suerte de alineación con lo que somos en profundidad y desde donde poder ver con más claridad la superficie de nuestra existencia y operar las transformaciones a las que nos lleva esa energía impersonal que conecta intrínsecamente con nuestra esencia.


Carlos Vignone

 
 
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